Prometí subir el segundo capitulo de "Floe", pero mi portátil ha sido infectado por un virus por el cual los archivos me desaparecieron. Por lo que he tenido que empezarlo de nuevo en el ordenador, siguiendo un borrador. Aunque aún tengo la esperanza de que los técnicos me recuperen el archivo. Lo subiré cuanto antes.
Un saludo^^
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lunes, 25 de julio de 2011
miércoles, 20 de julio de 2011
El niño de Antártica.
Detestaba levantarme tan temprano cada día. Pero estaba obligada a hacerlo. Por lo que, una vez más, me levanté de un salto para despejarme, fui al cuarto de baño, que estaba al lado de mi habitación, y volví a ella para vestirme. Siempre tenía preparado dos conjuntos, normalmente elegía el más fresco. Salí de mi habitación con la mochila acuestas, bajé las escaleras a ciegas e intentando no hacer ruido paro no despertar a mis padres ni a mi hermano. Tanteé para encontrar el interruptor de la luz de la cocina, una vez encendida tiré la mochila al suelo despacio y, encendí la del cuarto de aseo. Me lavé cuidadosamente el rostro con agua fría, me alisé el pelo y me lo dejé suelto con una diadema color caqui. El desayuno fueron tres galletas y una lata de coca-cola. Después de esto, me lavé los dientes, me pinte los ojos, me eché cacao en los labios y me rocié de colonia. Antes de irme eché un vistazo por si se me olvidaba algo. Cerré la puerta lo más suave posible y, antes de pisar la calle di un suspiro. Todos los días la misma rutina, estaba harta de ella. Fui a la casa de una amiga en la que nos reuníamos con otras amigas y nos fuimos andando hacía el instituto. El camino se me hacía cada día largo y aburrido, porque aquellas amigas no eran muy amigas mías, que digamos. Antes de entrar por la puerta del instituto, eché una mirada discreta al cielo, hoy tampoco parecía a ver nada nuevo. Me deshice fácilmente de aquellas amigas y busqué con mi falta de vista a mis verdaderas amigas. Las divisé en medio del gentío. Me acerqué a ellas y las saludé. Y como cada día, sentí que el corazón se me hinchaba cuando veía a mis hermanos y, recordaba porque aún estaba viva. Al entrar en clase saludé a Blake, entre otros, mi hermano, aunque él no lo sabía, porque no éramos hermanos humanos, había otro lazo que nos unía desde otro mundo. Blake era inconsciente de aquello, pero mi hermana Alice y yo estábamos al corriente. Habíamos caído los tres en la misma clase. A primera hora tocaba tecnología con el señor Cleak, Alice y yo nos miramos aburridas. El profesor entró en clase y pasó lista. Tenía una voz demasiado tranquila y, a primera hora resultaba adormecedor. Muchos dormían en clase, entonces un recuerdo asaltó mi mente…
Era un recuerdo de segundo de la ESO, el año anterior. Yo había caído con Blake en la misma clase. Y él pasó por mi lado y me dijo:
-Ahora vas a sufrir, lo que he tenido que sufrir yo.-por su tono de voz parecía bromear, mas en su mirada leí lo que sentía al decir aquello. Y me sentí culpable del significado de aquellas palabras. Había dolor, rencor y compasión en ellas. Y yo era la culpable de eso.
Rememoré en el tiempo y recordé todas las veces que, a una edad de unos seis años, unas antiguas amigas y yo nos metíamos con él cuando también tenía seis años aproximadamente. Blake de pequeño solía llevar gafas y la ropa siempre beich o marrón. Me acordé de cómo iba casi llorando a pedirle ayuda a su hermano mayor. Este nunca nos decía nada. Antes, cualquiera habría dicho que disfrutaba humillando a Blake, pero no, lo hacía por que había algo como un imán, que me atraía hacía él.
Y no espero que me perdone, por que yo sé lo que duele que te humillen y te insulten, y ahora años después, me sigo sintiendo culpable y aún más desde que sé que Blake es mi hermano.
Las horas siguientes transcurrieron lentamente. Cuando tocó la sirena anunciando la hora del recreo, todos salieron disparados hacía la puerta. Bajé con Alice al patio, nos reunimos con las demás.
-¿Habéis visto al chico nuevo?-preguntó Yannel, mientras daba un mordisco al sándwich de jamón y queso que se compraba cada día en la cafetería del instituto. Parecía muy emocionada con respecto a esa nueva, aunque intentaba disimularlo sin éxito
Alice y yo la miramos interrogantes, mientras abríamos nuestros bocatas.
-Sí, vino hace una semana-dijo Alise.
-no estoy hablando del chico del intercambio,-dijo Yannel haciendo un gesto con las manos- ha venido otro chico nuevo.
-ah,-suspiró Alice-¿y que tiene de importancia?-tenía la boca llena y hablaba tapándose la boca.
-Dicen que es guapísimo-murmuró Zoe mordiéndose una uña.
-Tiene los ojos azules-gritó Yannel. No había duda de que le gustaba aquel chico.
-¿no te referirás a aquel de allí no?-le pregunte, señalando con la mirada a un chico totalmente vestido de negro rodeado de tres chicas, que se fueron rápidamente de su lado decepcionadas.
-¿A cuál te refieres?- me preguntó despistada.
-Al que esta apoyado en la muralla, entre la portería y las fuentes-le especifiqué. Yannel de una manera muy indiscreta, se volvió señalándolo con el dedo.
-Ese es-gritó-¡A que está…!
-No señales-le dijo Alice a Yannel, dándole un manotazo en el dedo con el que lo señalaba.
-No se como es, Yannel. Recuerda que no llevo las gafas puestas-le dije tranquilamente. Yannel miró a Alice y luego volvió sus ojos negros hacía mí.
-¿vamos a ver como se llama?-dijo Yannel entonces.
-No te lo aconsejo, me han dicho que no dirige la palabra a nadie y que sus ojos dan miedo.-nos aconsejó una chica de cuarto de ESO que pasó al lado nuestro.
-Jolines-gritó Yannel
-Deja de gritar, si quieres ir ve tu sola. Yo no voy-murmuró Zoe mirando al suelo.
Mi hermana y yo asentimos dándole la razón a Zoe. Yannel nos miró suplicantes, pero ninguna de las tres accedimos.
-¡Nos es justo!-gritó irritada-Miradlo, esta solo.
-Está solo por que quiere-repuso Zoe.
Por suerte la sirena anunció el fin del recreo. Volví a clase y dejé que las horas pasaran.
Cuando llegué a casa, todo estaba patas arribas. Mi madre me abrió la puerta y me saludó. Me puso la comida y se fue arriba a descansar. Terminé de comer y empecé a hacer de chacha. Saqué los platos del lavavajillas y metí los que había tirados por la encimera y el fregadero; limpié la encimera y la mesa, y barrí el suelo de la cocina. Limpié a mi pájaro, y recogí mi habitación. Luego puse en condiciones el salón entero. La casa estaba lista, ahora tocaba dedicarme a los estudios. Esta era mi tarea al llegar del instituto cada día, entre otras.
Al día siguiente supe con toda certeza que Alice me ocultaba algo, se lo dije mientras corríamos en Educación Física. Pero como siempre que se lo preguntaba cambiaba de tema, yo insistí.
-¡vale, sí!-dijo mientras se secaba el sudor de la sien-pero tú no entiendes nada-me gritó parando en seco un momento; yo también paré.
-¿Qué no entiendo nada? Soy tu hermana, ¡no confías en mi o qué!-dije entre jadeos, mientras volvíamos a correr.
-tú no entenderías nada de eso, ¡por que no sabes nada, no sabrías…!-gritó dejando la frase en el aire. Estábamos en medio del patio corriendo, pero hablábamos libremente sin temor a que nos escucharan, los demás estaba muy alejados de nosotras y el patio era inmenso.
-¡¿Qué no entiendo nada?!-grité parando en seco de nuevo-¡la que no entiende nada eres tú!, tú jamás has tenido que aguantar toda clase de insultos y humillaciones en tu propia casa. ¡Yo no tengo vida propia!, solo tengo ordenes que cumplir, hasta para soñar-hice una pausa para coger aire-. Millones de veces he estado a punto de suicidarme, y si no lo he hecho es porque había algo por lo que merecía aguantar algo más en esta miserable vida. ¿Acaso sabes tú que es?-le pregunté al borde del llanto.
Alice no respondió. Me miraba intentando asumir aquello.
-no-dijo al fin.
-pues sois tú y Blake. Vivo aún para veros hablar, reír, correr. Porque para mi sois lo único que verdaderamente me quedáis… Millones de veces he soltado un cuchillo o he bajado del tejado cuando vuestros rostros aparecen en mi mente, calmando toda clase de dolor y cicratizando las heridas… como un bálsamo salvador.-las lágrimas me caían por las acaloradas mejillas; Alice tenía los ojos enmudecidos.
El profesor nos ordenó que nos reuniéramos con él. Me sequé las lágrimas y corrí hacia él, dejando atrás a Alice.
Las dos horas siguientes la evité a toda costa, no me atrevía a mirarla. Cuando bajamos al recreo Yannel siguió insistiendo en saludar al nuevo.
-¿Acaso saludamos a Steve cuando vino? Si él te quiere saludar que lo haga, no te das cuenta de que rechaza a todo el mundo.-dije masticando un chicle.
-¿tu lo has visto?-me preguntó a gritos.
-no llevo puesta las gafas-le recordé. Tampoco hace falta que grites, Yannel-resople.
Al ver la insistencia de Yannel, Alice hizo una propuesta para todas.
-hagamos una cosa, pasaremos por al lado de él. Pero Yannel, tendrás que callarte de una vez-dijo Alice mirándola.
-¡Estupendo!-dijo Yannel dando un salto de lo entusiasmada que estaba.
-No nos puedes obligar a ir-le dije fríamente a Alice.
-claro que no, pero si lo haces no tendrás que aguantarla durante todo el curso hablando de él-me dijo con tono amigable.
La miré molesta, volví la vista hacia el chico. La verdad es que tenía un poco de intriga en ver su rostro claramente. Accedí a pasar por su lado.
Íbamos las cuatro juntas, pasamos por al lado del chico y Yannel no pudo aguantar la tentación de saludarlo. Corrió hacia él mientras todo el mundo la miraba, y era raro que se portara de tal modo, ella no era así, era… algo tímida.
-Hola soy Yannel-se presentó.
El chico levantó la cabeza hacia ella y la miró. Algo en su mirada intimidó a Yannel tanto que volvió con nosotras como si hubiera visto a un fantasma. Miré el rostro del chico por curiosidad. Me mareé enseguida, me tuve que apoyar en Alice y en Zoe, mientras Zoe decía:
-¿Qué te ha parecido el chico después de todo?
Yannel no respondió.
-¿No es como tú esperabas?-dijo con sorna Alice.
-Para nada-susurró Yannel.
Pasé por alto aquel extraño mareo. Aquel chico me resultaba familiar. ¿Lo habría visto antes? Los días transcurrieron mientras yo le daba vueltas a aquel rostro, cada vez tenía más curiosidad por hablar con él. Alice me lo desaconsejaba. Todo el mundo temía a aquel chico, tanto como para cederle un sitio en el patio. Justo entre la portería y las fuentes, en la muralla. Nadie se acercaba a él a menos de un metro, y por si fuera poco, los profesores le trataban totalmente diferente al resto del alumnado.
La vuelta de Jasmine que se había ido de viaje, me alegró por dos cosas: la primera, era que ella solía aconsejarme cosas diferentes a la de los demás, excepto a las de Alice; la segunda, era que resultó ser como un pasatiempo que me hacía olvidar al chico misterioso, para saber más sobre los demás países que ella había visitado. Ella me aconsejó que hablara con él.
Un día, en el recreo me armé de valor y crucé el patio directamente hacia él. La gente me miraba y sentía como la sangre me hervía en la venas y supuse que me había puesto colorada. Llegué a su lado y me senté justo al lado de él. No me miró, ni volvió la cabeza hacia mí.
-¿Cómo te llamas?-le pregunté.
Aguardé su respuesta durante varios minutos. Volvió la cabeza hacia mí con la vista fija en mis ojos, pero no me respondió. Sus ojos eran bonitos, pero no daban miedo. Me levanté y me sacudí el vaquero. Me alejé varios pasos de él, dispuesta a irme.
-William, William Cobe.
Me volvi sorprendida. ¿Me había hablado, o lo había imaginado?, lo miré fijamente.
-Siéntate-me invitó.
Tardé un poco en asimilar aquello pero me senté a su lado, y me fijé en su rostro. Era blanco y liso, tenía las pestañas negras y largas, los ojos los tenía de un azul cielo, eran hipnotizantes. El pelo era negro y le caía lacio a ambos lados de la cara e iba vestido completamente de negro.
-soy Angee-me atreví a murmurar.
Él me miró de nuevo y por un momento me olvidé de todas las miradas indiscretas que nos rodeaban y le pregunté lo que tanto tiempo tuve en la cabeza.
-¿te conozco de algo?-una vez dicho sonaba muy absurdo.
-llevo aquí varias semanas, ¿acaso hemos hablado?-dijo apartandose un mechón de pelo que le ocultaba un ojo.
-No, no. Solo es que, tengo la sensación de haberte visto antes-¿Qué podría estar pensando él ahora mismo? Parecía una tonta diciéndole aquello, esa frase era una de las más utilizadas por las adolescentes para sacer tema con un chico. Pero yo tenía esa sensación de verdad y no tenía como comprobarlo.
-interesante, ¿no crees?-dijo mirando hacia delante; lo miré confusa.-yo también siento lo mismo.
Ahora que me fijaba su voz era neutra de toda emoción, mas era suave y aterciopelada, y por supuesto algo grave.
-¿Por qué me has hablado a mí?-le pregunté recordando como Yannel había intentado sacarle conversación una vez sin éxito.
-si quieres no te hablo-me dijo mirando hacia donde se encontraban mis amigas, echándonos miradas interrogantes.
-no, ¡digo sí!, quiero que me hables-aclaré-, pero… ¿Por qué yo?
-tengo la impresión de que nos conocemos-me dijo.
Tocó la sirena justo en ese momento. Yo me levanté sin más y me fui, pero de pronto me vi rodeada de personas que me preguntaban por aquel chico nuevo. No dije nada a nadie, excepto a un ángel y a una vampira, es decir, a Alice y a Jasmine.
-¿William?, ¿de donde es?-me preguntó Jasmine.
-no lo sé. No hemos hablado mucho.
-amm, ¿mañana vas a ir con él de nuevo?
-No-grité-daría aún mucho más de que hablar.
-no te tiene que importar lo que diga la gente-dijo Jasmine con sinceridad-dedica el tiempo libre del recreo para conocerlo mejor.
-¿estar todos lo días con él?-deje presa del pánico.
-no, digo que cuando toque salir al patio, te vallas con él. Así algún día se atreverá a hablar con más personas.
-Jasmine, deja que haga lo que quiera-dijo Alice cerrando los ojos por un momento.
-bueno, ya veré lo que haré. Solo digo una cosa,-aseguré mirándolas preocupadas-conozco a William.
Al día siguiente en el recreo no fui con él, sino que me quedé con mis amigas, como sucedió el resto de la semana. Un día al salir por la puerta de patio, William me estaba esperando.
-¿ya no vienes a verme?-me dijo con su voz neutra y mirando hacia delante; sentí las mirada que algunos nos dirigían.
-no tengo porque.-dije yendo hacia la cafetería, ignorándolo porque no quería sentirme de nuevo turbada al llegar a casa.
-¿vas a comprar?-me preguntó siguiéndome.
Asentí con la cabeza.
-¿un bocadillo?-me preguntó.
-sí, un medio de pollo.-sonreí y miré hacia la barra de la cafetería donde los alumnos del insitito se pegaban y se empujaba por comprar el desayuno antes de que se terminada lo que hubiera.
-dame el dinero-me dijo; no lo decía como si fuera un favor sino como una orden.
Lo miré casi riéndome.
-seguro que lo compro antes que tú.-dijo quitándome el dinero de la mano, y dirigiéndose hacia la pelotera de gente. Para mi sorpresa inmediatamente le abrieron un hueco entre todo el gentío y se introdujo en el como si nada. Al cabo de unos segundos volvía con un medio de pollo.
-¿cómo has hecho eso?-le pregunté cogiendo el bocadillo impresionada.
-¿te apetece sentarte un rato conmigo?-preguntó ignorando mi pregunta.
Miré a mis amigas, que me decían que si con la cabeza como si ellas lo hubieran oído todo.
-está bien.
Me senté justo donde me senté la primera vez que hablé con él.
Se había sentado muy rápido y miró hacia delante. Me comí el bocadillo sin hablar y, él tampoco me dijo nada. Cuando terminé de comérmelo empecé a preguntarle cosas.
-¿de dónde eres?
Me miró, suspiró y cerró los ojos, cuando los abrió volvió la vista hacia delante.
-de ningún sitio.
Me quedé algo pasmada ante aquella respuesta.
-¿pero habrás nacido en algún lugar, no?
-supongo.
-¿Cómo que supones? Comprendo que no quieras contármelo pero no le veo nada de malo que…
-es que yo no tengo un pasado muy…feliz. Me crié en la antártica.
-estas de broma, ¿no?
-no.
Supe que era verdad porque aunque su voz siguiera siendo neutra como siempre, sus ojos fríos se oscurecieron de tristeza.
-lo siento, no quería…
-no pasa nada. La verdad es que nunca viene mal contarle a alguien tus… tristezas.
-no hace falta que me diga nada.
Pareció no haberme escuchado porque lo que me dijo a continuación me dejó helada.
-no tengo padres, ni tíos ni nada. Hasta hace poco vivía en la antártica, solo.
Entonces vinieron unos desagradables humanos y me llevaron con ellos, me trataron como a un animal… y me llevaron a un orfanato de niños. Me acogió una familia muy amable, y me trajeron a este asqueroso lugar.
No supe que decir. ¿Qué se suponía que tenía que decir cuando alguien te decía aquello? Pero estaba completamente segura de que estaría toda la tarde pensando en ello.
-no se que decir… lo siento.
-¿me pides disculpas por algo que no has hecho?-rió con tristeza-tu no tienes la culpa de nada, Angee.
-no pretendía que…
-tú no tienes la culpa-me cortó bruscamente como si pretendiera mentirse a sí mismo de que yo era inocente.
Preferí dejar el tema por zanjado, amenos por ahora.
-¿tu no desayunas?-le pregunté para cambiar de tema.
-estoy acostumbrado a comer solo lo necesario para la existencia.-lo dijo como si fuera evidente.
-¿no comes nunca?
-claro que sí. –al ver mi cara de aturdimiento me lo explicó.-solo como cuando tengo hambre realmente, mientras no.
-¿debería de hacer lo mismo?
-deberías hacer lo que tu quieras, no lo que digan, hagan o dejen de hacer la demás personas. A ti solo te tiene que importar tú.
-¿podemos cambiar de tema?-pregunté algo incómoda, no me hacia mucha gracia el giro que estaba apunto de tomar aquella conversión.
-¿te ha molestado lo que he dicho?-me preguntó mirándome a los ojos.
-no-mentí.
-entonces, es un sí.
-es un no.
-eso es lo que tu quieres que piense, pero ambos sabemos que tu respuesta era un sí.
-claro que no-grité a media voz.
-esta claro que no vas a afirmar lo que estoy diciendo, pero al menos píenselo cuando estés en un aprieto.-me sonrió con simpatía.
Deseaba cambiar el tema de conversación, ¿pero como? William, por lo que me había demostrado, no era una persona de dejar correr el agua sin más. Resoplé mirando el reloj, aún quedaban diez minutos para que terminase el recreo.
-¿te puedo preguntar algo?-me inventé.
-ya me estas preguntando-rió-sí, claro dime lo que quieras.
-¿por qué siempre estás solo?-le pregunté tímidamente.
-estoy contigo ahora mismo.
-no me refiero a ahora, sino al resto de los días.
No me contestó.
-todo el mundo que se acercaba a ti, se iba corriendo. Pero yo no, ¿Qué vieron los demás que yo soy incapaz de verlo?-continué.
Me miró seriamente.
-debes sentirte importante por eso, ¿verdad?
-no. No lo digo por eso.
-¿entonces?
-sabes porque lo digo. Lo sabes perfectamente.-dije muy seriamente, aunque me gustase un poco que me hablara, eso no le daba derecho a hacerme parecer como una tonta.- ¿no quieres contestar a mi pregunta?
Hubo un silencio incómodo.
-no-dijo sencillamente.
Abrí la boca de par en par. Miré el reloj, aun faltaba más de cinco minutos.
-muy bien. Adiós, me voy.
-Angee, ¿no me digas que te has enfadado por eso?-dijo con ironía.
-me da exactamente igual como te tomes mi reacción, William. Pero te voy ha decir una cosa.-hice una pausa, para formar una frase adecuada-la única persona que tienes o tenias como amiga, la acabas de perder.
Me miró con una media sonrisa.
-de acuerdo, haz lo que quieras. Tú también acabas de perder a la persona que te compra el bocadillo.-dijo de nuevo con ironía.
-lo digo en serio, William. No me hace ninguna gracia. Una vez me dijiste que me hablabas solo porque presentíamos que nos conocíamos, pero sé que no me estas diciendo toda la verdad.
Permaneció callado, mirando como me levantaba y daba los primeros pasos para alejarme de él.
-¿quieres saber una cosa?-me dijo; giré para mirarlo y me sorprendí al ver que estaba al lado mía.-es cierto que presiento que nos conocemos de antes, pero aun así hubiera echo lo imposible por ahuyentarte como a los demás.
Guardé silencio, esperando que prosiguiera, pero aunque hubiera intentado hablar, no lo hubiera conseguido. Las palabras que me había dirigido me dejó en estado de shock.
-y lo intenté, créeme.-permaneció en silencio durante unos segundos-pero algo fallaba, algo que… no sabría explicarte.
Lo miré aun más firmemente. El me miraba como si fuese un bicho raro.
-¿es mi culpa, acaso?
-no lo sé.
-¿por qué hablas conmigo si querías ahuyentarme?
-quiero conocer el motivo de porque algo iba mal.
-no soy un conejito de indias-deje intentando parecer malhumorada y no alarmada. No podía permitir que un humano se metiera en mi vida o en la de los demás especiales. Y eso era lo que él podría estar intentando hacer.
-no lo eres, y si no puedes permitir que un humano se meta en tu vida, ¿eso quiere decir que me dejarías a mi?-dijo muy enojado. La sirena tocó. Pasó al lado mía intentando no tocarme, y a paso ligero entro por la puerta del recreo. Me quedé mirando la puerta. Sentía compasión por él, pero sobre todo dudas y sospechas. La última cosa que me había dicho no me dejaba para nada tranquila, viniendo de William.
¿Cómo podía saber en que estaba pensando?, fuese como fuese, esto tendría que contárselo a las chicas cuanto antes. No seria capaz de volver a mimarlo como lo miraba hasta entonces, tendría que ir muy alerta.
-¿cómo es posible que haya dicho tal cosa? ¿Te habrá leído la mente?-me preguntaban preocupadas Alice y Jasmine.
-no lo sé. Estoy muy preocupada, ya no seré capaz de mirarle a los ojos sin sentirme, en cierto modo, descubierta por un desconocido.-dije sinceramente, mirándolas.
-bueno, no sabemos si fue una casualidad.-dudó Alice.
-estoy segura de que no lo fue. Pero sea lo que sea, tenemos que descubrirlo.-dijo Jasmine.
Alice y yo asentimos.
-Alice, tú y Blake sabríais identificarlo ¿no?
-no-dije-lo intenté pero no puedo, hay algo, como una pared, que lo aislaba.
-¿Por qué no nos lo has dicho antes?
-por que me he dado cuenta hoy, en el recreo. Quizás se deba a su infancia en la antártica.
-no, nadie podría resistir esa clase de sistema que tenéis. ¿Le has puesto algo?
-no.
-entonces, hagamos esto,-dijo Alice, dando a entender que tenía una idea-no debes perder el contacto con él, y poco a poco averiguaremos lo que es, si es que no se trata de una coincidencia.
-no creo que sea una coincidencia, ni siquiera he podido averiguar si un H.
-debemos tranquilizarnos-dijo Jasmine-mañana intentaremos las tres averiguar algo.
-¿acaso crees que es tonto? Mañana ni me hablará.
-entonces, tendrás que hablarle tú.
-¿yo?-grité-no seré capaz.
-Angee, no hay alternativa.
-lo haré solo, porque podemos estar en peligro y no solo nosotras, sino los demás…
Al día siguiente, me acerqué a él en el recreo. Antes de sentarme o hablar con él, lo miré. No me miraba, miraba al frente. Creo que apenas se dio cuenta de mi presencia.
-hola-saludé.
No me hizo caso, por lo que no sabía si era bienvenida o no.
-¿puedo sentarme?-pregunté tímida.
-puedes hacer lo que quieras, este sitio no es mío ni de nadie.
Sonreí sin ganas, y me senté donde siempre me sentaba cada vez que estaba con él. Lo miré de reojo, para evitar encontrarme directamente con sus ojos si me miraba. Suspiré. ¿Por donde se suponía que tenía que empezar? Si iba directamente al grano, puede que no me contestara o que me mintiese, pero si hablaba sobre otro tipo de cosa, se me pasaría preguntarle lo que realmente quiero saber… ¿y que era lo que realmente quería saber? Abrí los ojos como platos, ¿a que viene eso?...
-¿Qué es lo que quieres?-me preguntó secamente, devolviéndome a la realidad. Giró lentamente la cabeza hacia mí.
No respondí, porque no sabía que era lo que tenia que decir, no sabía como debía comenzar.
-para algo has venido, ¿Qué quieres?
-yo…-comencé- quería hablar contigo.
-eso lo sabia.
Cerré los ojos intentando no caerme en aquellos pozos sin fondo, que parecían sus dos ojos azules.
-la última vez que hablamos, me dijiste algo que yo… estaba pensando en aquel mismo momento.
Me miró fijamente a los ojos, pero yo aparté mi mirada mirando hacia donde estaban mis amigas. Advertí que había cerrado los ojos ligeramente. Lo miré extrañada.
-mierda…-susurró por lo bajo.
-¿Qué has dicho?-le pregunté, sospechando que a lo mejor pensaba que había descubierto que él…
-Que fue lo que te dije-dijo abriendo los ojos.
Me acordaba perfectamente, pero prefería que me lo digiera él, por precaución.
-Dímelo tú.
Me miró con el seño fruncido.
-puede que me esté equivocando de frases, puesto que no me dijiste nada al respecto.-sonrió ligeramente. Yo cerré los puños, para coger fuerzas.
-la última que me dijiste.
- y si no puedes permitir que un humano se meta en tu vida, ¿eso quiere decir que me dejarías a mi?
-esa es-tragué saliva.
-es una casualidad que tú pensaras eso en aquel momento.-sonrió.
-puede ser…
-¿acaso lo dudas?
No sabia que responderle, se le decía que sí, dejaría claro que simplemente es una casualidad, cosa que no vendría bien para la supuesta investigación. Pero si le decía que no, le estaría dando algo clave si él no fuera completamente humano… de nuevo no sabia que decir y eso no era buena señal ni una ventaja. Pero tenía que arriesgarme, si William fuese humano, tendría una reacción normal, mas si no fuese del todo humano, puede que se pusiera algo rígido al verse en peligro de que le descubran. Había que arriesgarse.
-no. Creo que no es casualidad.-dije mirándole a los ojos, intentando parecer segura.
William sonrió y cerró los puños, cosa que no me pasó desapercibida.
-¿no creerás que tengo súper poderes, y que te puedo leer la mente?
-puede ser…
-¡eso seria absurdo!-rió estridentemente.
Parecía tan normal… aunque al principio de forma muy breve tuvo una reacción extraña.
-¿te hace gracia? Porque a mi no.
-un poco.
-bueno, me voy. Ya mismo va a tocar, y quiero pasar un rato con mis amigas-dije.
-no, espera. No tengo poderes, ¿vale?
Me levanté y antes de irme lo miré.
-lo que tú digas.
Llamé a Jasmine y a Alice para que vinieran ellas dos solo ha hablar.
-¿cómo ha ido todo?
-yo no saco nada en limpio-dije. Y les conté todo lo que había hablado con William, con pelos y señales…
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